Wikileaks: Una filtración de las buenas

Seamos francos: para un periodista, una filtración es aquella información más o menos valiosa que su competencia ha obtenido interesadamente por parte de alguna fuente que se la ha ‘pasado’ por unas razones, la mayor parte de las veces, siniestras.

Porque, en el otro lado, si es uno el que recibe la filtración, lo que decimos es que detrás hay una ardua y sesuda tarea de investigación.

Así somos los plumillas (o teclas). Dignos hasta la sepultura y tantas veces incapaces de reconocer una buena jugada del equipo contrario.

Lo bueno de la filtración es que no deja indiferente a nadie. Una gran cualidad que debería ser inherente también a la práctica del periodismo -efectivamente, ‘debería’…-

Siempre hay vencedores y vencidos; culpables e inocentes; posiciones reforzadas y culos al aire… Por eso, donde se ha producido una buena filtración debe haber una noticia (ya saben, aquello que alguien en algún lugar quiere ocultar, que no sea publicidad y todo eso…).

Que exista Wikileaks como un lugar seguro donde una fuente pueda mover documentos delicados hasta la luz pública, que prueban conductas imprudentes o supuestos delitos de gobiernos o multinacionales, no puede ser otra cosa que una buena noticia para los periodistas y los ciudadanos.

No nos olvidemos: la profesión de contar cosas es imprescindible para que existan las democracias oxigenadas. Con países como Italia retrocediendo varias décadas en el tiempo con su ley mordaza, no está de más recordar que de lo que se trata es de buscar las cosquillas al poder, ese poder que -citando a  Pepe Cervera en sus declaraciones ayer a la Cadena SER sobre el tema- está ejercido por seres humanos que, como tales, se equivocan y que, en su misma condición, tratarán (casi) siempre de ocultarlo.

Las rabietas de los poderosos, por las últimas filtraciones, no dejan de ser lógicas. A nadie se le escapa que hay informaciones que, por cuestiones de seguridad y estabilidad, deben permanecer en secreto. Pero -cito de nuevo a Cervera- “estas deben ser las mínimas posible”.

Con el último caso, el de Afganistán, Wikileaks ha hecho lo correcto: tenían el material, contactaron con medios poderosos, independientes, con repercusión… capaces de publicarlo, en definitiva.

Y la prensa ejerció su función. Separar el polvo de la paja, leer folio tras folio y descubrir noticias de calado histórico.

Nadie puede dudar de que en su día Nixon cayó después de un soberbio trabajo periodístico por parte del Washington Post. Un trabajo en colaboración con una fuente, un garganta profunda… un filtrador.

Hoy, cansados ya de repetirnos que las nuevas tecnologías están al servicio de hacer un periodismo mejor, debemos asumir que ahora también están al servicio de unas filtraciones más efectivas.

¿No es la finalidad la misma?

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Escrito por pacotorres

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