Acostúmbrense, porque el mantra va a ser constante: En un Gobierno como el que tenemos, legítimo, por supuesto, pero con costuras evidentes -el tiempo dirá cómo de visibles- echar la culpa a la Comunicación de los problemas que vayan conociéndose públicamente va a ser parte del paisaje.
En política estamos habituados a que nos cuenten que tal o cual cosa “no se ha comunicado bien”, o que hemos asistido a “un problema de Comunicación” cuando lo que realmente ocurre es que entre miembros de un mismo gabinete se ha montado un ciquitraque de padre y muy señor mío a cuenta de vaya usted a saber… Esto hay que darlo por descontado porque está -¡oh, sorpresa!- en la primera página de todos los manuales de comunicación política. Ante la duda, echarle la culpa al periodista (al del lado oscuro, claro…).
¿Quién iba a pensar que la primera crisis, o la crisis primera, del primer gobierno de coalición de la democracia iba a ser… (wait for it)… ¡de Comunicación!? O, mejor dicho, por la Comunicación. Que viene a ser parecido, aunque no es lo mismo.
En el noble arte de gobernar y en el no menos noble de comunicar lo mucho o poco que se gobierna, hay pocas acciones más satisfactorias, ceremoniosas, calculadas y ordenadas que contar quiénes son los miembros de un Gobierno. ‘Maxims Huertas’ aparte, esto suele proporcionar varios días de sosiego en los medios, centrados en sesudos análisis de perfiles, afilados escrutinios de las capacidades personales y políticas de cada persona y minuciosas listas de motivos por los que ostentará tal o cual responsabilidad una persona en concreto. Luego está la foto del primer encuentro (generalmente en escalinatas o en cajones primorosamente escogidos, según el caso) para, seguidamente, ir desgranando la estructura interna de cada departamento, con más o menos sorpresas… En resumen, se proporciona un mínimo orden mental, organizativo y mediático que permite a los gobiernos arrancar y situarse, al menos en teoría, en la cabeza de la ciudadanía.
Toda España estuvo pendiente hace años del cuaderno azul de Aznar, donde tenía apuntada su lista secreta de futuros ministros. Esta libreta se convirtió en su día en un icono (se publicaron varios libros y entrevistas con él de protagonista), y todavía se recuerda como un magnífico ejemplo de control de los tiempos, algo vital en Comunicación Política.
Otro ejemplo más cercano: En su momento, casi todos alabamos la estrategia de Comunicación armada por el propio equipo de Pedro Sánchez para desgranar su gabinete ministerial tras la moción de censura de 2018: ese goteo de nombres filtrados durante varios días fue realmente una novedad que permitió ir dosificando el protagonismo del que se llamó en algunos foros (¡qué tiempos aquellos!) el ‘gobierno bonito’, con astronautas, jueces estrella, presentadores de televisión (¡ay!) o varias expertas en asuntos de Estado.
Hasta la foto de aquel gobierno es considerada una buena práctica de comunicación política con el ‘red code’ marcado a partir de corbata del presidente o la indumentaria de la vicepresidenta del Gobierno, pasando por los guiños feministas en morado. Otros tiempos.
Pero en el flamante Gobierno de coalición todo esto no será posible. La filtración desde hace días de los ministros y ministras que ocuparán las carteras de Podemos, así como la de varios secretarios de estado y hasta de jefes de gabinete (cuyos predecesores se están enterando de su salida por los medios), ha dado al traste con la que es, por definición, la primera acción relevante de un nuevo gobierno. La reacción del presidente del Gobierno ha sido, en un nuevo volantazo, postergar hasta la semana que viene un anuncio que, se daba por hecho, culminaría este viernes con el primer consejo ministerial.
Tras proclamar durante semanas la urgencia imperiosa de contar con un Gobierno, hasta el punto de fijar la sesión de investidura la víspera de Reyes, ahora las prisas ya no son tales. Al parecer ahora, con la investidura en la mano, la cosa puede esperar más de cinco días, con la consiguiente tensión e incertidumbre, pública y privada, que ello generará.
Es la manera que tiene Moncloa de intentar recuperar la iniciativa y mandar un mensaje de “quién manda aquí” a su vicepresidente ‘in pectore’, Pablo Iglesias, que tuvo que salir a aclarar que es solo Pedro Sánchez quien puede anunciar nombres de ministros. De las filtraciones con supuesto origen en Podemos, ya tal…
A pesar del matiz, Iglesias ha seguido a lo suyo en las primeras horas tras la investidura: llevando el pulso y marcando el relato en un tour completo por televisiones y medios donde no compromete exactamente al Gobierno, pero sí dice muchas cosas muy bien meditadas.
La realidad es que un Gobierno que tiene dos estrategias de Comunicación dentro, en realidad no tiene ninguna.
Ante esta evidencia, es seguro que habrá movimientos firmes. Será, desde luego, un bonito ejercicio analizar qué pasos se dan desde Moncloa para atajar una situación que ya ha empezado a dar síntomas de convertirse endémica durante toda la legislatura.
Empezando por la foto de la escalinata para la que, les confieso, no puedo esperar.